El Papa Benedicto XVI, recibiendo en audiencia pontificia a las presidentas de Argentina y Chile, Cristina Fernández y Michelle Bachelet, ha recordado el 25 aniversario del tratado de paz entre ambos países latinoamericanos con mediación del Papa Juan Pablo II en la persona del cardenal Antonio Samoré. “Chile y Argentina no son sólo dos naciones vecinas sino mucho más: son dos pueblos hermanos con una vocación común de fraternidad, de respeto y amistad, que es fruto en gran parte de la tradición católica que está en la base de su historia y de su rico patrimonio cultural y espiritual”.
Como latinoamericano y peruano de nacimiento, heredero del patrimonio espiritual, me es imposible permanecer indiferente ante las palabras del pontífice. En efecto, en Latinoamérica se percibe una común identidad en base a la lengua - a excepción del Brasil- y una común herencia, la fe católica. Con razón, el Papa Juan Pablo II, la llamó “el continente de la esperanza”. Sin embargo, en la era de la globalización, los temas morales incompatibles con el patrimonio espiritual como son, la eutanasia, el aborto, la píldora RU486 más conocida como la píldora del día siguiente, amenazan fuertemente la vida y la conciencia del hombre latinoamericano.
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